Nuestra amiga y socia Isabel Goig quiso aceptar la invitación de la Asociación para venir hasta Sarnago a presentar su último libro «De oficios».
Un trabajo indispensable para todo aquel que aman el mundo rural y que hace un repaso a muchos de los oficios que han desaparecido. El trabajo le ha llevado varios años de investigación, de ir recogiendo testimonios de los últimos artesanos y buscando en archivos. Isabel ha plasmado este esfuerzo en un gran libro.
Isabel nos deleitó contando anécdotas de varios de los oficios reproducidos en el libro. En el turno de preguntas fueron numerosos los asistentes que se interesaron en pormenores de los diferentes oficios desaparecidos o a punto de desaparecer.
Isabel Goig:
Cuando el Hombre logró dominar el agua, el barro y el fuego, los oficios fueron apareciendo llegando a ser, los instrumentos que salían de la combinación de esos tres elementos con la habilidad del hombre, útiles, primero necesarios, más tarde imprescindibles muchos de ellos, a medida que el género humano se iba refinando. De la tierra y el agua salieron recipientes para pasar de la comida cruda, o asada en un hueco practicado en el suelo, a otra más digerible. Del fuego y del hierro, instrumentos, primero para la caza, más tarde para la labranza. De las plantas hilos, más o menos bastos, para cubrirse. Y la madera para construir, y la piedra para edificar todo lo bellos que se alza en nuestros pueblos y ciudades. Y así podríamos continuar hasta llegar a la sofisticación de los metales nobles para adornarse y para adornar. Todo lo que vemos hoy han salido de las manos de maestros de obra prima, herreros, albañiles, doradores, y lo que se ha perdido, también.
Hemos querido, siguiendo nuestro habitual modo de trabajar, recuperar también los oficios antiguos, tanto los que se han perdido, como los que todavía perviven, ya modificados, modernizados. Lo hicimos con las costumbres, con la gastronomía, y ahora tocaban los oficios.
Hasta en los pueblos más pequeños, con menos población, vivieron, hasta mediados del siglo veinte, personas que realizaban tareas necesarias para el resto de convecinos, que ejercían los oficios de herrero, herrador, tejedor, barbero, carpintero, albañil, alpargatero, etc. Pero no abundaban las tareas que proporcionaran excedentes para exportar. Valga como ejemplo las Memorias de Eugenio Larruga (s. XVIII); en el corto espacio que dedica a la provincia de Soria es, precisamente, en los lugares que más tarde pasarían a Guadalajara por el Sur y a La Rioja y Burgos por el Norte, donde se daba el mayor volumen de trabajo. Por ejemplo, en Canales, Viguera y, muy especialmente, en Munilla, donde contaban con telares de paños, bayetas, sayales, cordellates, perchas y tableros de tundir.. También en Soto de Cameros donde llegaron a tener 55 telares. En los dos pueblos, trabajaban con la ventaja de que los hombres estaban libres de acudir a la guerra
¿Por qué casi todos los oficios aparecen en masculino? La respuesta es muy sencilla. La época estudiada es, fundamentalmente, el siglo veinte, hasta el comienzo de la marcha de los sorianos a otras provincias. Por otro lado, en la documentación trabajada, de los siglos diecisiete, dieciocho y diecinueve, la mujer practicaba muy pocos oficios. En ambas zonas históricas, la mujer tal vez trabajaba más duro y variado que el hombre, pero no aparecía oficialmente, ni en unos años ni en otros. Salvo lechera, comadrona (que en lo antiguo se llamó ‘ama de parir’), modista, lavandera (en Soria tenían su propia organización) y poco más, las mujeres, oficialmente, no practicaban oficio alguno. Cuidaban de la casa, hijos, ancianos, trabajaban en el huerto, con los animales, ayudaban en las faenas del campo, pero todo eso no se consideraba ‘oficio’, aunque sí obligación como mujer que era.
Hay que aclarar que durante muchos años, en especial aquellos en que los oficios se iban difuminando, o era necesario ampliar y diversificar los trabajos, una misma persona ejercía varios oficios a la vez. No así hasta que en la Constitución de 1812 se legisló la libertad de oficios. Hasta esa fecha, los oficiales debían pasar exámenes y se dedicaban sólo a aquello para lo que habían sido habilitados. Los más comunes eran herrador, herrero y albéitar, que podían ser ejercidos por una misma persona. Y lo mismo podría decirse de los barberos, sacamuelas y sangradores. Se trataba de personas muy hábiles, en general con muchos hijos, y que sabían hacer de todo un poco.
Para llevar a cabo este trabajo que ahora presentamos, hemos procurado conversar con personas que han ejercido esos oficios de manera tradicional, naturalmente ya jubilados, a quienes nombramos en el apartado de agradecimientos. Y hemos constatado la necesidad de Museos Etnográficos, que los hay y muy interesantes, como el de San Andrés de Soria, o el de Barca, o el de Navaleno, o el de Las Cuevas de Soria, o el de Fuentecantos, entre otros muchos. En ellos podemos informarnos sobre los instrumentos utilizados por los oficiales. Muy ilustrativo resultó la visita a Romanillos de Medinaceli, en el año 2017, para presenciar, en vivo, una muestra de oficios tradicionales.
Texto extraído de la web (soria-goig.com)
FOTOS del acto (Marcos Carrascosa)