Teresa Ordinas, autora
El 21 de agosto pasado se presentó en Sarnago, a petición de la Asociación Amigos de Sarnago, la biografía de Avelino Hernández publicada recientemente. Me acompañaba en esa plaza tan hermosa, mientras se ponía el sol y después nos iluminó la luna, Mercedes Álvarez. El libro, editado por Rimpego, trataba de dar a conocer a los amigos y a la familia, los entresijos de esa interesante vida que compartí con él.
Avelino me descubrió Soria, además de Valdegeña, pueblo que adopté como mío. Y su familia es la mía. Y, cómo no, me enamoré de Soria también.
Buceé en mi archivo fotográfico, y solicité a distintas personas con las que se había relacionado que redactaran una semblanza de Avelino que se insertó detrás de cada uno de los quince capítulos. Lo que ha supuesto un trabajo coral que enriquece el texto. Ha sido para mí un trabajo de inmersión en nuestras vidas. Explorar la memoria, recurrir a escritos, cartas, fotos… fue una tarea ardua, y a la vez muy satisfactoria. No me resultó doloroso rememorar, lo que me produjo fue honda satisfacción. Era como estar a su lado, y seguir hablando con él. Aquellas vivencias en la clandestinidad, los cambios de vida: un pueblo, una ciudad…, distintas casas. Los viajes -al principio muy en precario- con la tienda de campaña a cuestas y el coche renqueante, pero que siempre llegaba a su destino. Los trabajos de ambos, las cenas con amigos y con familia. Todo constituía una gran riqueza. Y la última etapa en Mallorca, una casa al pie de la Sierra Tramontana, que le permitió a Avelino mayor dedicación a la escritura. Lo que más pienso ahora, ya no es solo que ya no lo tengo, sino lo que se está perdiendo.
De las cosas más hermosas que he compartido con Avelino han sido los recorridos por toda la geografía soriana. Fines de semana, vacaciones, etc., los fuimos dedicando a descubrir la provincia. Avelino, a principios de los 80, tras la publicación de su primer libro infantil, “Una vez había un pueblo”, quiso sacarle jugo a esa Soria que tanto amaba. Y así fue como trazó un preciso plan para no dejar un rincón sin patear: pueblo a pueblo y paraje a paraje. Y dio como resultado la edición de “Donde la vieja Castilla se acaba”, reeditado a los tres años, y vuelto a publicarse hace pocos gracias a la editorial Rimpego, con prólogo de Julio Llamazares, a quien conocéis muy bien en estas tierras.
El concepto de “España vacía” ya había hecho acto de presencia en la literatura de Avelino, mucho antes de que, por decirlo de alguna manera, se pusiera “de moda”. Posteriormente, con cada nueva publicación arrastraba a los amigos y familia a presentarlo en cualquier pueblo abandonado o casi: La Vega, Las Fuesas, Valdegeña…También surgió, de aquellas andanzas, tras el descubrimiento de pueblos de Tierras Altas, otro libro: “La sierra del Alba”, reeditado por la Asociación de Amigos de Avelino. Él denominó a las Tierras Altas, Sierra del Alba, una licencia literaria.
Muchos libros tiene Avelino referidos a Soria. Y todo eso cuento en la biografía, además de su vida completa.
Mercedes Álvarez (cineasta), preparó este texto a modo de presentación:
De Soria al mar
Aunque no tuve la suerte de conocer a Avelino en persona, sí era apasionada de su mundo literario, sobre todo desde que leí “La Sierra del Alba”, y luego ya “Donde la vieja Castilla se acaba”, “Invitación a Soria”, etc…. Sus libros se habían convertido en un espejo donde mirar mis propias impresiones, memorias de mis padres y recuerdos de mis continuos retornos a la Aldea. Recuerdo más de un viaje en tren pasando por Valdegeña, poco antes de que lo quitaran, y recuerdo después, una vez que ya conocía Teresa, que cuando pasaba por la carretera y veía allí Valdegeña a lo lejos surgía en mi mente el eco de Avelino Hernández, como si allí estuviera.
Yo creo que todos los que estamos aquí somos ya lectores de Avelino Hernández desde siempre y conocemos su mundo literario, y también lo será el lector común de las memorias que evoca Teresa Ordinas en “Avelino Hernández, Desde Soria al mar”. Pero también creo que el retrato y las memorias que Teresa evoca de su vida o su viaje en común con Avelino transciende el simple interés sobre un escritor o una figura literaria. Porque en el fondo de ese viaje es todo un recorrido generacional, interesantísimo y evocador cuando habla de la militancia sindical y política, justo cuando se conocieron los dos en aquel piso de Madrid y en el momento justo en el que la sociedad española empezaba a despertar, aún en la clandestinidad, unos años antes de la muerte del dictador. A partir de ahí, poco a poco va resonando en las memorias que evoca Teresa esos años de efervescencia de los setenta, los continuos cambios de casa y ciudad de los dos -incluso de país, como la temporada de Escocia, Irlanda-, los diversos trabajos y ocupaciones de Avelino y Teresa, sobre todo de carácter artístico cultural pero encaminados también a la transformación social y pedagógica, que a mí me ha recordado al espíritu de las Misiones Pedagógicas y a los maestros de la República, muchos de ellos en pueblos de Soria y de Castilla, tal como oí contar a mis padres.
Llama la atención ese espíritu viajero de Teresa y Avelino, esa vida donde cada poco cambia el escenario pero ahí siguen ambos, haciendo amigos donde van y Teresa atrapando momentos con la cámara en mano, Avelino tomando apuntes para su diario o para una futura novela, memorias y testimonios de las gentes del lugar, reflexiones antropológicas, etc.…
A mí me da mucha envidia esas fotos de Avelino y Teresa por los pueblos de Soria con boina hablando con la gente de los pueblos, más que hablando, escuchando. Lo que nos enseña Avelino y Teresa es que lo más importante está ahí, en las personas que viven en los pueblos, en su lenguaje, en su forma de estar en el mundo, en su capacidad de resistencia.
Es muy sugerente, apropiado e iluminador el título elegido por Teresa para estas memorias (“De Soria al mar”) porque evoca al mismo tiempo la memoria y el arraigo a la tierra natal y la aventura del viajero o navegante que se embarca con la maleta llena de recuerdos y que su viaje por la vida le ayudará a comprenderlos. Me ha recordado a la Odisea de Ulises y su viaje a Ítaca. Como decía a propósito el poeta Cavafis “Ítaca te brindó tan hermoso viaje…Al final de tu regreso comprenderás qué significan las Itacas”. O como dijo Machado, “se hace camino al andar”. Ese contraplano de Selva -en Mallorca- junto al mar azul, y Valdegeña, queda resonando en la mente del lector durante todo el trayecto. Dice Llamazares en un precioso articulo respecto a Avelino: “el hombre que mejor supo contar la decadencia de la meseta y la despoblación del mundo rural en el que nació y al que dedicó la mayor parte de sus escritos…..Sentado ante la bahía de Alcudia, con una copa de vino y unas aceitunas verdes, miro pasar algunos llaüts entre los grandes ferrys y los cruceros de los turistas, y recuerdo a mi amigo Avelino Hernández, tan alto que a duras penas cabría en el suyo, y recuerdo la frase que puso en su casa de Selva, de Horacio: “Dichoso aquél que vive, lejos de los negocios, como la antigua grey de los mortales”.
Y una de las cosas más admirables de Avelino, tal como apunta Teresa y se refleja en los diversos capítulos o paradas del camino, es su capacidad para empatizar con todo tipo de gentes, de muy diversos orígenes y países, y en consecuencia ir sembrando amistades que siempre perduran. Su capacidad para escuchar que, unido a su curiosidad y reflexión, y a su sensibilidad para captar el espíritu y el alma de los lugares, es la base de los mejores libros de Avelino. Aquí, en Sarnago, como en Valdegeña, en la propia ciudad de Soria y en muchas comarcas de la provincia, el paisaje tiene todavía ese espíritu evocador, esa soledad donde la memoria habla y las generaciones dejan una huella que nunca se borra.
AQUÍ puedes ver fotos del acto (Marcos Carrascosa)