Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

[youtube id=»uFVUCXaxAhY» align=»center» mode=»normal» autoplay=»no» maxwidth=»640″]

Galería de fotos

Milagros Jiménez

Amigos:

Rompiendo un poco con la tradición, no voy a hablar ni de doncellas, ni de moros ni de cristianos. Desde esta ventana quiero hablaros de cosas sencillas y, con voz cálida, acercarme a vuestras vidas. Algunos de vosotros, mejor que yo, sabe que nuestros padres, como otros muchos, tuvieron que dejar esta tierra dejando atrás lo poco que tenían y lo mucho que querían, el yugo, el arado, los caminos polvorientos, las casa de piedra. Entre los pocos bultos que se llevaron, el más preciado, el recuerdo de su pueblo de Sarnago: el repicar de las campanas, el balar de los corderos en la majada durante los fríos inviernos, los calurosos veranos de zoqueta, hoz, parva y trillo…

y permitidme que os cuente mi recuerdo más querido cuando de  pastora recorría con las ovejas la Virgen del Monte y el Alcarama.

Como veis todo son recuerdos, pero a pesar de todo Sarnago está vivo y podéis ver, año tras año, las cosas que se ha hecho y muchas otras que quedan por hacer. Todo lo que se ha hecho es el fruto de treinta años y de mucho trabajo y tesón de la Asociación Amigos de Sarnago. Por eso os animo a todos, y especial mente a los jóvenes, para que conservéis lo que a vuestros padres y abuelos tanto trabajo y sudores les ha costado.

Y ahora permitidme dedicar un recuerdo nuestros seres queridos que entre nosotros ya no están; allí donde estén un beso y un abrazo muy fuerte les quiero mandar.

Y a todos os digo adiós y en el aire dejo mis palabras. A Dios le pido salud para todos vosotros y así podernos ver el año que viene en Sarnago

Edurne Amatriaín

Desde esta pequeña ventana, que incontables ramos ha visto cruzar y tantas móndidas han recitado sus cuartetas, después de siglos de historia.
Siento un orgullo especial, al tener el honor de dirigirme a todos los presentes.
Muy pronto llegará el crudo invierno, con sus fríos días y sus noches interminables.
Ya nadie escuchará el peculiar santoral del abuelo Vicente dedicado a su atajo de cabras. Tampoco se oirá el repicar de las campanas llamando al rosario, ni tantas y tantas anécdotas al calor de la lumbre.
Pero todos nos acordaremos de este pueblo, porque lo llevamos muy dentro, aquí están nuestras raíces, tan profundas, como los viejos robles de la mata.
Quiero pediros que por un momento reflexionéis, sobre la gran deuda que tenemos contraída con nuestros antepasados y saldarla es nuestra obligación.
Si fueron ellos los que pudieron mantener durante tantos siglos y con tan pocos medios este pueblo. No seremos nosotros los que apaguemos la llama de este candil y conseguiremos que Sarnago no muera, como tantos y tantos pueblos de estos y otros pagos.
Sarnago debe seguir adelante, con pequeños pasos, pero todos ellos muy firmes, y no daremos un paso atrás ni para coger impulso.
Los tiempos cambian, seguramente no volveremos a ver trillos en las eras, yeguas en la dehesa, o lavanderas subiendo de orcajo.
Pero os puedo asegurar que habrá niños en las calles, leña en la lumbre y Móndidas en San Bartolomé.
Ha sido en las eras, donde he visto, un jardín de aventapastores despidiendo el verano. Como yo quiero despedirme de todos, deseando que nunca dejemos perder esta pequeña fiesta, tan entrañable, tan nuestra, y hacer que nuestros antepasados se sientan orgullosos de nosotros.