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Conchi Inza Aldaz

  1. Hace 50 años, «los de siempre» decretaron la sentencia de muerte de estas queridas tierras.
    Con ella tuvísteis que marchar porque en ella os negaron
    el pan y la sal.
    Uno más de los tristes episodios que jalonan nuestra historia.
    Más triste si cabe
    por cuanto han pretendido silenciarlo, disfrazarlo de progreso.
    Vuestra marcha fue su triunfo,
    pero lo que no sabían es
    que íbais a volver y
    que no lo íbais a hacer solos.
    Muchos de los que estamos aquí
    venimos de otros lugares,
    en realidad menos diferentes
    de lo que se pudiera pensar.
    Llegamos aquí cogidos
    de vuestra mano,
    llegamos por amor
    que es la fuerza que mueve el mundo;
    y si al principio fue por amor a vosotros, ahora lo es también por amor a «lo vuestro».
    Lo que vi la primera vez que vine a este pueblo
    fue a sus gentes trabajando codo con codo
    para poner la tubería
    que traería el agua
    a la fuente pública.
    Y en ese instante decidí
    que yo también quería formar parte de este proyecto llamado Sarnago.
    Hoy, 24 años después palabras como zoqueta, somero, horcajo
    y que la nieve se regala….
    ya no sorprenden a mis oídos. Y la ciudad de Soria
    y el Numancia
    forman parte de nuestro día a día ¿verdad, hijo?
    Y por eso estoy aquí
    y porque quiero ayudaros
    a mantener esta hermosa tradición tan diferente
    a las que yo conozco pero,
    al mismo tiempo,
    tan extrañamente parecida.
    Al fin, aquí y allí,
    en el monte del perdón
    o en el Alcarama,
    nos mueve lo mismo,
    el amor por nuestras raíces,
    por nuestras tradiciones
    que no dejan de ser la expresión de lo que somos.
    La muerte de ellas
    y de un lugar supone
    un poco la muerte de todos.
    No quiero dejar
    de compartir con vosotros
    la emoción que he sentido durante todo este día
    al recorrer estas calles
    vestida de moza móndida
    junto a mi hija.
    Para despedirme quiero agradeceros, en mi nombre yeneldetodos
    los que hemos venido de otros lugares,
    que nos hayáis abierto vuestros corazones
    y nos hayáis dejado
    formar parte
    de vuestros proyectos e ilusiones. ¡Viva Sarnago!

Irene Jiménez Ridruejo

  1. Siento que hay presente
    suelto las ánimas vivientes
    soy de Castilla ardiente
    fuego respiro en mis venas ardor en mi corazón
    cuando a mis gentes quiero yo. Pasadas añoranzas
    de mis abuelos en la comarca el trillo, la siega, las alpacas son para mi alma
    gozo de hermandad
    (mis queridas montañas) en Tierras Altas.
    Familias reunidas al ocaso en el trasnocho
    cuentan el buen Agosto,
    delicias de niña que guardo
    como un tesoro.
    Cada vez que vengo revivo
    San Bartolo, San Juan, San Pedro nos reúnen a familias
    de cualquier recodo
    Desde lejos venimos
    para recuperar nuestros ancestros hogares de nuestros sueños,
    la tierra, los hombres nuevos. Semilla quiero ser
    para generaciones venideras
    que encuentren progreso y bien al retornar a sus cunas.
    Niña pastora, rica en belleza lleva la cesta al pastor ,
    la cena espera,
    para guardar el ganado
    en la red de la Dehesa. Patrocinio, muerta de miedo obedece a su padre,
    pues las malezas
    le parecen feos animales.
    Duras jornadas, ganaderos
    que se levantan al alba,
    hacen sus rezos en la solana,
    al mediodía rezan el Ave María y al ocaso al santo del Día. Comen a la sombra del ribazo
    el agua del manantial a mano
    el cielo, la tierra, el sol
    el clima frío, Dios les tiende su manto. Altas cumbres, verdes prados
    en Junio florece el hipérico mágico, curativo remedio de nuestros campos, cada florecilla cada hierbajo,
    Soria natural, la botica del campo. Gracias Dios mío,
    por la creación llena de milagros observarla solo me produce un regalo. La providencia quiere
    que estemos en Sarnago con los que tienen ilusión para recomponer el arado. Adelante sarnagueses
    me habéis contagiado
    al defender estas tierras
    ocupando pueblos abandonados. Generaciones vendrán
    con nuevos proyectos
    conservando los pasados
    que nos alegren el alma
    al verlos realizados.
    Móndida soy, me he emocionado,
    de pequeña las veía,
    con admiración y agrado
    hoy con orgullo disfruto
    esta oportunidad que me habéis dado.
    San Bartolo en Ucero, también en Sarnago, la devoción me ha embargado
    más si cabe que el año pasado.
    La Iglesia quiero visitar restaurada,
    rezar en ella ya recompuesta
    algún año próximo el día de la fiesta.

Sandra Ramos Inza

  1. Es mi deber como cristiana, de mi Sarnago natal, saludar a los presentes
    y en general vecindad
    Me presento ante vosotros, como hizo mi abuela Lumi desde esta misma ventana, orgullosa de las raíces
    que me vinculan a este pueblo. Ahora os lo recuerdo,
    como lo dijera ella,
    sin duda mucho mejor que yo. Orgullosa estoy, abuelo,
    de esas manos callosas,
    y ahora, temblorosas,
    pero en otro tiempo firmes, decididas, incansables en la era, en la azucarera, lejos de casa, construyendo mi hogar y
    mi futuro con tu esfuerzo y amor. Hoy quiero decirte
    que sé muy bien que buena
    parte de lo empezó en esa casa del “barrio del medio”,
    y te prometo, no olvidarlo nunca.
    Quiero decirte que sé muy bien
    que las fórmulas que de verdad importan no se aprenden en el laboratorio
    de la facultad,
    sino en el balde camino del pozo,
    con la hoz, con la zoqueta,
    en la fuente y el lavadero.
    Y por supuesto, en las maletas,
    en las maletas hechas entre lágrimas recorriendo juntos
    el largo camino de sesenta años
    de vidas difíciles,
    pero también felices, enamoradas. Un camino que empezó,
    como tantos otros comenzaron, en esta misma plaza,
    al son de alegres cuerdas
    de una vieja guitarra,
    o en el “cuartecillo”,
    bajo la tenue luz del candil
    y en las tardes frías de invierno.
    ¡Qué duros caminos!
    Labrados a base de trabajo,
    de tesón, cayendo
    y levantándoos mil veces
    y una más,
    llorando algunas ausencias irremplazables, pero sin volver nunca la vista atrás,
    con la mirada
    siempre puesta primero en los hijos,
    y después en los nietos.
    Un camino que no hicisteis solos; bien lo supisteis aquel día
    de verano, en la “pieza”,
    cuando la hoz no supo distinguir entre la mies y el brazo. Corristeis al pueblo;
    no os esperaba la ambulancia,
    ni emergencias,
    pero os esperaba el pueblo,
    su gente, que en estas ocasiones,
    no se sabe muy bien cómo,
    actuaban con una precisión y eficacia que no necesitaba
    de protocolos de actuación.
    El médico de San Pedro avisado, y el taxi del Chupena preparado cuando llegasteis,
    los hijos atendidos,
    y los padres debidamente consolados y acompañados.
    Habrá quien piense
    que fue un milagro que llegases, abuela, al hospital de Soria
    con una gota de vida en tu cuerpo.
    Yo también lo creo,
    uno de tantos milagros
    urdidos y perpetrados
    por las gentes de esta tierra.
    Quiero deciros hoy
    desde esta ventana,
    que, aunque muchos de nosotros,
    no hayamos nacido
    en este pueblo
    amamos esta tierra
    porque nuestros abuelos
    y padres nos han enseñado