[youtube id=»8mp1VnnGDFU» align=»center» mode=»normal» autoplay=»no» maxwidth=»640″]
Conchi Inza Aldaz
- Hace 50 años, «los de siempre» decretaron la sentencia de muerte de estas queridas tierras.
Con ella tuvísteis que marchar porque en ella os negaron
el pan y la sal.
Uno más de los tristes episodios que jalonan nuestra historia.
Más triste si cabe
por cuanto han pretendido silenciarlo, disfrazarlo de progreso.
Vuestra marcha fue su triunfo,
pero lo que no sabían es
que íbais a volver y
que no lo íbais a hacer solos.
Muchos de los que estamos aquí
venimos de otros lugares,
en realidad menos diferentes
de lo que se pudiera pensar.
Llegamos aquí cogidos
de vuestra mano,
llegamos por amor
que es la fuerza que mueve el mundo;
y si al principio fue por amor a vosotros, ahora lo es también por amor a «lo vuestro».
Lo que vi la primera vez que vine a este pueblo
fue a sus gentes trabajando codo con codo
para poner la tubería
que traería el agua
a la fuente pública.
Y en ese instante decidí
que yo también quería formar parte de este proyecto llamado Sarnago.
Hoy, 24 años después palabras como zoqueta, somero, horcajo
y que la nieve se regala….
ya no sorprenden a mis oídos. Y la ciudad de Soria
y el Numancia
forman parte de nuestro día a día ¿verdad, hijo?
Y por eso estoy aquí
y porque quiero ayudaros
a mantener esta hermosa tradición tan diferente
a las que yo conozco pero,
al mismo tiempo,
tan extrañamente parecida.
Al fin, aquí y allí,
en el monte del perdón
o en el Alcarama,
nos mueve lo mismo,
el amor por nuestras raíces,
por nuestras tradiciones
que no dejan de ser la expresión de lo que somos.
La muerte de ellas
y de un lugar supone
un poco la muerte de todos.
No quiero dejar
de compartir con vosotros
la emoción que he sentido durante todo este día
al recorrer estas calles
vestida de moza móndida
junto a mi hija.
Para despedirme quiero agradeceros, en mi nombre yeneldetodos
los que hemos venido de otros lugares,
que nos hayáis abierto vuestros corazones
y nos hayáis dejado
formar parte
de vuestros proyectos e ilusiones. ¡Viva Sarnago!
Irene Jiménez Ridruejo
- Siento que hay presente
suelto las ánimas vivientes
soy de Castilla ardiente
fuego respiro en mis venas ardor en mi corazón
cuando a mis gentes quiero yo. Pasadas añoranzas
de mis abuelos en la comarca el trillo, la siega, las alpacas son para mi alma
gozo de hermandad
(mis queridas montañas) en Tierras Altas.
Familias reunidas al ocaso en el trasnocho
cuentan el buen Agosto,
delicias de niña que guardo
como un tesoro.
Cada vez que vengo revivo
San Bartolo, San Juan, San Pedro nos reúnen a familias
de cualquier recodo
Desde lejos venimos
para recuperar nuestros ancestros hogares de nuestros sueños,
la tierra, los hombres nuevos. Semilla quiero ser
para generaciones venideras
que encuentren progreso y bien al retornar a sus cunas.
Niña pastora, rica en belleza lleva la cesta al pastor ,
la cena espera,
para guardar el ganado
en la red de la Dehesa. Patrocinio, muerta de miedo obedece a su padre,
pues las malezas
le parecen feos animales.
Duras jornadas, ganaderos
que se levantan al alba,
hacen sus rezos en la solana,
al mediodía rezan el Ave María y al ocaso al santo del Día. Comen a la sombra del ribazo
el agua del manantial a mano
el cielo, la tierra, el sol
el clima frío, Dios les tiende su manto. Altas cumbres, verdes prados
en Junio florece el hipérico mágico, curativo remedio de nuestros campos, cada florecilla cada hierbajo,
Soria natural, la botica del campo. Gracias Dios mío,
por la creación llena de milagros observarla solo me produce un regalo. La providencia quiere
que estemos en Sarnago con los que tienen ilusión para recomponer el arado. Adelante sarnagueses
me habéis contagiado
al defender estas tierras
ocupando pueblos abandonados. Generaciones vendrán
con nuevos proyectos
conservando los pasados
que nos alegren el alma
al verlos realizados.
Móndida soy, me he emocionado,
de pequeña las veía,
con admiración y agrado
hoy con orgullo disfruto
esta oportunidad que me habéis dado.
San Bartolo en Ucero, también en Sarnago, la devoción me ha embargado
más si cabe que el año pasado.
La Iglesia quiero visitar restaurada,
rezar en ella ya recompuesta
algún año próximo el día de la fiesta.
Sandra Ramos Inza
- Es mi deber como cristiana, de mi Sarnago natal, saludar a los presentes
y en general vecindad
Me presento ante vosotros, como hizo mi abuela Lumi desde esta misma ventana, orgullosa de las raíces
que me vinculan a este pueblo. Ahora os lo recuerdo,
como lo dijera ella,
sin duda mucho mejor que yo. Orgullosa estoy, abuelo,
de esas manos callosas,
y ahora, temblorosas,
pero en otro tiempo firmes, decididas, incansables en la era, en la azucarera, lejos de casa, construyendo mi hogar y
mi futuro con tu esfuerzo y amor. Hoy quiero decirte
que sé muy bien que buena
parte de lo empezó en esa casa del “barrio del medio”,
y te prometo, no olvidarlo nunca.
Quiero decirte que sé muy bien
que las fórmulas que de verdad importan no se aprenden en el laboratorio
de la facultad,
sino en el balde camino del pozo,
con la hoz, con la zoqueta,
en la fuente y el lavadero.
Y por supuesto, en las maletas,
en las maletas hechas entre lágrimas recorriendo juntos
el largo camino de sesenta años
de vidas difíciles,
pero también felices, enamoradas. Un camino que empezó,
como tantos otros comenzaron, en esta misma plaza,
al son de alegres cuerdas
de una vieja guitarra,
o en el “cuartecillo”,
bajo la tenue luz del candil
y en las tardes frías de invierno.
¡Qué duros caminos!
Labrados a base de trabajo,
de tesón, cayendo
y levantándoos mil veces
y una más,
llorando algunas ausencias irremplazables, pero sin volver nunca la vista atrás,
con la mirada
siempre puesta primero en los hijos,
y después en los nietos.
Un camino que no hicisteis solos; bien lo supisteis aquel día
de verano, en la “pieza”,
cuando la hoz no supo distinguir entre la mies y el brazo. Corristeis al pueblo;
no os esperaba la ambulancia,
ni emergencias,
pero os esperaba el pueblo,
su gente, que en estas ocasiones,
no se sabe muy bien cómo,
actuaban con una precisión y eficacia que no necesitaba
de protocolos de actuación.
El médico de San Pedro avisado, y el taxi del Chupena preparado cuando llegasteis,
los hijos atendidos,
y los padres debidamente consolados y acompañados.
Habrá quien piense
que fue un milagro que llegases, abuela, al hospital de Soria
con una gota de vida en tu cuerpo.
Yo también lo creo,
uno de tantos milagros
urdidos y perpetrados
por las gentes de esta tierra.
Quiero deciros hoy
desde esta ventana,
que, aunque muchos de nosotros,
no hayamos nacido
en este pueblo
amamos esta tierra
porque nuestros abuelos
y padres nos han enseñado