LA CALERA
Vídeo de la construcción de la calera
por Isabel Goig
En el empeño de recuperar actividades antiguas, la Asociación de Amigos de Sarnago propició la construcción de esta calera, trabajo dirigido por José Carrascosa, Andrés Jiménez, y Priscilo Ramos en la primavera del año 2014.
La cal, o cal viva, una de las formas físicas del óxido de calcio, se obtiene por calcinación de las rocas calizas a casi mil grados de temperatura. Era utilizada para la construcción como conglomerante e, hidratada, para blanquear. Tradicionalmente, y según los antiguos contratos entre los representantes del Concejo y el profesional, se encargaban de extraer la cal los oficiales de cantera ayudados por peones, previa licencia de los ayuntamientos para cortar suficiente leña de los montes, que propiciara la ignición y la obtención de la cal.
Hasta bien entrado el siglo XX se mantuvieron todas estas actividades, entre ellas la fabricación de tejas y adobe o la extracción de la piedra, junto con la de la cal. Unas veces eran los propios vecinos, ayudándose entre ellos, y otras por los profesionales que acudían de distintos lugares para llevar a cabo su tarea.
Desde muy antiguo el hombre del mundo rural se ha servido de la cal aplicándola en diferentes usos, principalmente en la construcción y en las faenas agrícolas.
Obtener la cal de las piedras calizas obligaba a construir hornos de cal cuya reparación y explotación correspondían al calero. Hoy en día la cal se obtiene industrialmente, lo que ha provocado que la fabricación tradicional haya desaparecido.
Contrato con el calero
“En la fecha de 19 de mayo de 1682, firmado por Diego López de la
Lobera (representante de la Villa de San Pedro) y Martín de la Llana, estante en la villa, oficial de cantera, donde se convienen en que Martín hará una calera en donde dicen Achena y dará la cal que proceda de ella a Diego López, a precio cada fanega de nueve cuartos en piedra. Le da licencia el Ayuntamiento para cortar cien cargas de leña en los montes más cercanos habiendo buen corte en ellos, y 20 peones que le ayuden a la disposición, y cuatro orgoneros grandes y que hecha y fabricada la cal la haya de recibir Diego López al tercer día de acabarse de fabricar y si no fuere a su gusto o de buen recibo haya de devolver Martín lo que se le haya dado”.
AHSPO protocolos Notariales
Caja 2618 Vol. 4401 Folio 49
Las caleras de Sarnago
por José Carrascosa Calvo
La cal se usaba como sustituto del cemento, para revestir las fachadas de las viviendas.
Construir una calera llevaba mucho trabajo, por tanto era necesario reunir a 15 o 20 personas.
En primer lugar se buscaba el terreno adecuado. Este tenía que tener bastante desnivel, de forma que la boca del horno, por donde había que introducir el fuego quedase en la parte inferior del terraplén. También se intentaba hacer el horno en el terreno de algún socio, que cumpliese esas características, si bien cuando se acabase con toda la faena, se recomponía la pieza en cuestión. Este terreno también tenía que estar cerca de la materia prima “las losas”, para que su acarreo fuese lo menos pesado posible, dado lo abrupto del terreno dicho traslado no se podía hacer por medios mecánicos, carretillos, etc., únicamente se realizaba a mano.
El primer cometido era la distribución del personal, cada grupo se dedicaría a una tarea en particular.
Unos hacían el pozo para el horno. La altura de este dependía de la cantidad de cal que se quería conseguir. Su diámetro, el mismo en la parte superior e inferior, variaba entre 2 metros y medio y 3 metros . En la base del horno se cavaba un agujero, entre medio metro y un metro de profundidad, el diámetro era un circulo concéntrico de 1 metro menor al resto del horno; dejando, en todo su alrededor, un escalón de alrededor de medio metro. Este agujero servía para ir introduciendo la leña correspondiente.
Se comenzaban a colocar las losas, todas de canto, se iba cerrando poco a poco formando una bóveda. Una vez formada esta, se seguía colocando losas hasta llenar todo el pozo y siempre la losa de canto.
Otro grupo arrancaban losas, con pico y barra, y las acercaba hasta el lugar donde se estaba construyendo el horno. No importaba el grosor de las mismas, pero sí que fuesen de color azul, eran mejores para la cocción y la cal salía más blanca.
El resto del personal, se encargaba del combustible para el horno, “ulagas” y demás. Se arrancaban, se preparaban en fajos y eran transportadas hasta la boca del horno.
Una vez armado el horno y las “ulagas” en las cercanías, se procedía a encenderlo. Tenía que estar ardiendo durante 2 o 3 días, con sus respectivas noches, a fuego fuerte y sin parar en ningún momento; esta duración dependía de la capacidad del horno. Al principio, la leña ardía como si fuese un sifón. Transcurridos 1 o 2 días, las llamas empezaban a asomar por la parte superior del horno, por la noche parecía como un montón de ascuas. Las losas, según iban quemándose, se resquebrajan y se iba tapando los huecos existentes entre las mismas. Mientras el horno siguiera admitiendo fuego, había que seguir alimentándolo con “ulagas”, cuando ya no admitía más, era señal de que la losa ya estaba quemada.
Hacia los años 50 se construyó la última calera, en el término “Collado de Valdivañez”. Sus dimensiones eran bastante grandes y es por ello que casi se queda sin combustible para poder terminar con todo el proceso Una vez agotadas todas las ulagas, que se habían traído hasta la misma, tuvieron que ir hasta el “Vallejo de las Hayas” y traer 12 o 14 cargas de estrepas y para poder terminar.
La época de construcción de las caleras venía siendo en primavera. Se dejaba todo el verano para que se fuese enfriando poco a poco. Si en este tiempo caía una tormenta, mejor que mejor, la piedra esponjaba y se iba deshaciendo, convirtiéndose en polvo.
Cuando la calera estaba fría, Octubre o Noviembre, llegaba la hora de sacar el material resultante. Había que trabajar con mucha precaución, puesto que al ser cal viva se podían producir quemaduras. Una vez extraído el material, el horno (al ser de tierra) quedaba muy dañado y bastante deformado; en definitiva, no se podía volver a usar. Por esto se procedía a su derribo, para evitar accidentes de animales o personas que pudiesen caer a su interior.
Otros lugares donde con anterioridad se habían construido otras caleras fueron: “Valdezaguera, el Centenar y el Hombriazo”
Término de Valdivañez, lugar donde se construyó la última calera en los años 50 del pasado siglo
Nuestro agradecimiento a todos los que han colaborado, y a los que no han podido venir y querían echar una mano. Tambíén queremos agradecer a la Mancomunidad de Tierras Altas y a PROYNERSO por su apoyo económico